Mira, aquí hay de todo un poco, y eso es lo bueno. Tienes los balnearios de toda la vida, con ese aire clásico, que han visto pasar generaciones y donde los tratamientos son casi un ritual. Y luego están los más modernos, con instalaciones de última generación, circuitos termales que te dejan como nuevo. Algunos se especializan en dolencias específicas –reuma, problemas respiratorios, etc.– y otros son más de puro placer: masajes, tratamientos de belleza, experiencias sensoriales. Pero lo que no falla es el agua, esa agua termal que brota de la tierra con sus propiedades mineromedicinales.